por Josefina Melgosa,
secretaria de la Fundación Patrimonio Industrial de Andalucía.
Se considera que el detonador de la etapa de la historia que conocemos como Revolución Industrial se produce en la segunda mitad del siglo XVIII con las patentes desarrolladas en Inglaterra para la industria textil. En España, la industrialización se inicia a mediados del siglo XIX en torno a dos ejes: la cuenca mediterránea (Cataluña y Andalucía) y el eje norte (cornisa cantábrica y País Vasco). En particular, en Andalucía el proceso industrializador aparece ya en la década de 1830 con las siderurgias de Marbella y El Pedroso. Destacan en esa época los avances en los sectores minero y metalúrgico, pero también alcanzan una notable importancia las industrias textil y agrícola.
Sin embargo, a pesar de esta temprana adscripción y de las capacidades y gran potencial existente en nuestra región, desde la década de 1870 el tejido industrial andaluz y su sistema financiero inician un declive que los conduce hasta casi su extinción a finales del siglo XIX y principios del XX. Esta rápida involución fue el resultado del concurso simultáneo de varios factores. De entre éstos cabe mencionar a los que son considerados como determinantes; así, en primer lugar, destaca el hecho de que quienes estaban en posesión del capital descubriesen, en las rentas de la tierra y en los valores públicos (deuda) y ferroviarios, nuevos incentivos donde invertir el capital acumulado a una muy interesante rentabilidad y con las garantías que daba el Estado. A esta coyuntura se sumó el fuerte encarecimiento del precio del dinero en el mercado, de modo que las empresas industriales dependían para su expansión fundamentalmente de la financiación procedente de sus beneficios. La tercera circunstancia que contribuyó a la situación fue la entrada de capital extranjero en el rico sector minero y metalúrgico, que terminó haciéndose con el control de estos sectores y, por consiguiente, los beneficios de dichas actividades se marchaban fuera del país. Por último, hay que mencionar la ausencia de un tejido social realmente consolidado que estuviese vinculado a actividades comerciales pre-industriales, además de la escasa capacidad de consumo del mercado regional andaluz.
A pesar de ello, y aunque es cierto que la Revolución Industrial como tal concepto global no consiguió modelar estructuras sólidas ni podemos hablar de una implantación amplia y generalizada en Andalucía, sí contamos en la región con notables (o gloriosos, dadas las circunstancias) ejemplos de iniciativa industrial. Así, encontramos tanto pequeñas empresas, vinculadas a los mercados inmediatos (y ciertamente casi generadas por ellos), como grandes sociedades industriales que destinaban su producción a mercados más amplios (nacionales e incluso internacionales). Sin embargo, a largo plazo, pocas fueron las que pudieron mantenerse y seguir captando una parte del mercado nacional, y menos aún fueron las que permanecieron en una posición destacada dentro del conjunto de la industria española.
Desde la Fundación Patrimonio Industrial de Andalucía vamos a publicar una serie de artículos en los que daremos a conocer la génesis y evolución de las más representativas (que no necesariamente, hablando en términos actuales, las de mayor facturación) de estas industrias, su importancia en el posterior desarrollo de nuestra región, el impacto en su entorno cercano, los cambios sociales derivados de su implantación, las experiencias vividas y contadas de sus trabajadores, alguna que otra anécdota y, además, los testimonios que en la actualidad aún podemos encontrar de las mismas, ya sea recuperados y revalorizados o, lamentablemente, en estado de olvido y abandono. También nos referiremos a la obra pública, indiscutiblemente asociada a la industria como necesario elemento dinamizador y/o facilitador.