La historia de la Ingeniería Industrial en Andalucía

ANTECEDENTES

La Ingeniería es inherente al ser humano desde sus orígenes. Aunque no es hasta el Renacimiento cuando se comienzan a poner los pilares de la ingeniería moderna con el desarrollo de máquinas y técnicas. Éstas permitieron que se facilitase el desarrollo de una actividad o la realización de tareas imposibles de otra forma. En definitiva, es un hecho constatado desde los albores de la civilización.

Ya en las culturas más antiguas se conocían y desarrollaban técnicas utilizando el plano inclinado, la cuña, la polea, la palanca, el tornillo y la rueda; aprovechando como fuentes de energía el trabajo humano, animal, o las fuerzas naturales del viento, agua y fuego. De esta manera, se empiezan a desarrollar la agricultura y la ganadería, la minería y la metalurgia, el transporte, la construcción, la navegación, la industria textil, militar, etc.

La Ingeniería en aquella época era un compendio de intuición, tradición y experiencia que era acumulada durante generaciones y transmitida de maestro a aprendiz, como haría cualquier artesano. No es hasta muchos siglos después cuando se separan conceptos como arte-técnica e ingenio-máquina.

Ya en la edad antigua, se crean ingenios hidráulicos para regulación, medición del tiempo, etc., tales como la clepsidra y el aelópilo, cuyos principios teóricos tendrán gran relevancia en la Revolución Industrial. No son ni más ni menos que los inicios de la automática y el control.

Durante la Edad Media, sobre todo en la Alta Edad Media, se vivió un claro retroceso en la técnica, habiendo escasa producción tecnológica y cultural, en gran parte por una clara orientación de la cultura occidental a la Teología y Filosofía. Sin embargo, la cultura árabe recogió el testigo de las civilizaciones antiguas, tanto europeas como asiáticas, asimilando y expandiendo conocimientos y tecnologías nunca vistas hasta el momento en Occidente. Sin embargo, la pasión por la relojería mantuvo el espíritu ingenieril, construyéndose relojes cada vez más precisos y curiosos con autómatas que consistían en personajes que realizaban movimientos al son de las campanadas como, por ejemplo, el famoso Papamoscas de la Catedral de Burgos.

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La llegada del Renacimiento trae consigo una ampliación de horizontes que provoca un cambio de paradigma, la caída del dogmatismo escolástico y el giro al antropocentrismo. El descubrimiento de América, la apertura de rutas comerciales con Oriente, la observación del Sistema Solar con el telescopio, el conocimiento anatómico, el redescubrimiento de los clásicos grecolatinos y la rápida propagación de los avances gracias a la imprenta y los cada vez más veloces medios de transporte; hacen que se cuestionen los rígidos axiomas de la estancada época medieval.

En el Renacimiento se inicia la separación lógica entre el arquitecto e ingeniero, dedicándose el primero a la construcción de edificios, y el segundo mayoritariamente a la maquinaria. El papel relevante de los ingenieros tiene lugar en el plano militar, ya que la Ingeniería no se imparte aún en las universidades, las cuales tienen escasa docencia científica, ya que siguen estancadas en el escolasticismo. Las funciones de los ingenieros militares, también llamados ‘Ingenieros del Rey’, eran básicamente la construcción de fortificaciones y la dirección de su ataque o defensa. Además, durante los siglos que van desde el XVI al XVIII, atendían a la construcción de las obras públicas de fomento, ensanche y fundación de ciudades, esto último, sobre todo, en las colonias españolas en América.

El rey Felipe II consideró que la Ingeniería era un bien estratégico para la buena marcha del Imperio, el cual, al tener una rápida expansión, necesitaba realizar grandes obras hidráulicas, fortificaciones, explotaciones mineras, fábricas de armas, etc., por lo que creó escuelas de formación dependientes de la Corona para este fin. La demanda de ingenieros es alta en este periodo, por lo que tiene que contratar a ingenieros italianos y formar a los españoles tanto aquí como en Italia.

Una vez fallecido Felipe II, gran parte de sus avances relativos a la Ingeniería son echados a perder por sus descendientes de la casa de Austria, lo que produjo una época de decaimiento del imperio español.

CUERPO DE INGENIEROS

Con la llegada al poder de la casa de los Borbones, se crea oficialmente el Cuerpo de Ingenieros y Plazas en 1711 por Real Decreto del rey Felipe V, aprobando la propuesta del ingeniero general Jorge Próspero de Verboom, uno de los ingenieros militares de más prestigio del siglo XVIII. Unos años después, en 1718, se publica la primera Ordenanza del Cuerpo de Ingenieros Militares, en la que se amplían las atribuciones de los ingenieros al campo no solo militar sino también civil, dada la inexistencia de éstos todavía. Una muestra de ello es la Fábrica de Tabacos sevillana, proyecto del ingeniero Ignacio de Sala ejecutado en 1728. Es una época de transición conceptual, dejando de ser la Ingeniería una artesanía para convertirse en una aplicación técnica de la ciencia, heredando de la misma los métodos de trabajo y estudio. Se abren academias en Barcelona, San Fernando (Cádiz), Segovia, etc. Aunque todavía las universidades se resisten a actualizarse y a mejorar sus enseñanzas en ciencias.

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Durante el reinado de Carlos III se vive una época de esplendor en la que se fomenta la investigación y la ciencia, tomándose iniciativas como la contratación de profesores extranjeros y la concesión de becas para estudiar fuera del país. Además, se promueve la creación de ‘Sociedades Económicas de Amigos del País’, que difundieron su afición a la ciencia y su aplicación a la industria, creándose sociedades locales por todo el país. En Sevilla desde 1775.

En la capital hispalense, el ilustre Pablo de Olavide, entre otras funciones, trata de sacar a la universidad del pasado con una gran reforma universitaria. Haciendo un resumen, estas reformas consistían en dotar a la universidad de independencia respecto a la Iglesia, instaurar el estudio de ciencias prácticas y físicas, y adecuar los estudios a los conocimientos más actuales, ya que según su propio informe datado en 1768: “Por desgracia nuestra no ha entrado todavía a las universidades de España ni un rayo de esta luz. Y mientras las naciones cultas, ocupadas en las ciencias prácticas, determinan la figura del Mundo, o descubren en el cielo nuevos luminares para asegurar la navegación, nosotros consumimos nuestro tiempo en vocear las cualidades del ente o el principio quod de la generación del verbo. […] Después de acabados los cursos, ningún estudiante sale filósofo, teólogo, jurisperito ni médico […] cada uno se halla precisado a empezar nueva carrera y nuevo estudio para practicar de algún modo su profesión”.

Esta reforma tan ambiciosa acaba fracasando, ya que por Real Orden de 11 de octubre de 1780, se ordena volver a todas las universidades del Reino a las enseñanzas de Santo Tomás.

REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

En Reino Unido comienza a mediados del siglo XVIII la Revolución Industrial. Durante este periodo se da el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales desde la Prehistoria. Este gran cambio en la producción, sustituyendo el trabajo manual por maquinaria en la fabricación y el transporte, provocó un gran salto en la sociedad. En España la revolución fue más atenuada y tardía debido al absolutismo de Fernando VII, que nos había sumido en una gran ruina material, social, económica y técnica.

El siglo XIX fue un siglo prolífico, no solo de avances tecnológicos, sino del desarrollo de conceptos que sentaron las bases de la Ingeniería actual.

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Durante el régimen Isabelino (1833-1868), se produce una época de prosperidad y expansión económica con una incipiente industrialización. En 1829 se lleva a cabo la planificación de la primera vía férrea de España, que uniría Jerez con el Puerto de Santa María, pero finalmente se construye primeramente la línea Barcelona-Mataró en 1848 y, finalmente, en 1852, se empieza a construir la vía gaditana. Los dos sectores industriales pioneros en España fueron la industria textil y la siderurgia, instalándose los primeros altos hornos en Marbella en 1832 y poco después en El Pedroso y Huelva. Sin embargo, dada la escasa rentabilidad de estas industrias, acaban trasladando la actividad al País Vasco.

Tratando de seguir el origen de los estudios de Ingeniería Industrial, en 1824 se crea en Madrid el Real Conservatorio de Artes, que absorbe al Real Gabinete de Máquinas, convirtiéndose en una Escuela de Artes y Oficios con la misión de fomentar la industria nacional. En 1850, este estamento se convertía en el Real Instituto Industrial, creándose, al mismo tiempo, el título de Ingeniero Industrial.

LAS PRIMERAS ESCUELAS DE INGENIEROS

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En 1850, auspiciadas por el Real Decreto del 4 de septiembre, se crean las escuelas de Ingeniería Industrial en Barcelona, Sevilla, Vergara, Valencia y Gijón. No faltaron las protestas en aquella época por no haber incluido a Málaga entre las ciudades beneficiarias de una escuela de Ingeniería Industrial.

En 1857 se aprueba la ley Moyano, la primera ley educativa en la que se dividen las enseñanzas en cinco niveles, incluyéndose a la Ingeniería entre las enseñanzas superiores. Hasta entonces, el Real Instituto de Industria era el único que expedía el título de Ingeniero Industrial, hecho que tras la reforma pudieron hacer las propias escuelas. La Escuela Industrial de Sevilla pasa a estar facultada para expedir los títulos de Ingeniero Industrial, en sus especialidades de Mecánica y Química, y cambia su denominación a Escuela Industrial Superior Sevillana. Durante los trece cursos que se mantuvo la Escuela, pasaron por sus aulas un millar de alumnos con un plan de estudios dividido en cinco años donde se aprendía álgebra, cálculo, física, química, dibujo, máquinas, hidráulica, economía, mineralogía, construcciones y proyectos.

Desgraciadamente, todas las escuelas superiores formadas durante la ley Moyano (excepto la de Barcelona que continúa ininterrumpidamente desde entonces) se clausuran en 1867, año en que fue suprimido el Real Instituto Industrial.

ASOCIACIONISMO

En 1889 se crea la Asociación Nacional de Ingenieros Industriales (ANII), integrada por las agrupaciones de Madrid y Barcelona. Durante estos primeros años la principal preocupación de los ingenieros industriales fue la reapertura de la Escuela en la capital y la creación de un Cuerpo Nacional de Ingenieros Industriales, ya que las otras ramas de la Ingeniería existentes disponían ya de su propio cuerpo. No es hasta 1899, cuando se abre la Escuela de Ingenieros de Bilbao y en 1901, cuando se reabre la Escuela Superior de Madrid. En 1904 se solicitaba al gobierno

que la ANII fuera considerada ‘Corporación Oficial’ y su Junta Superior ‘Junta Consultiva de Estado’ para los asuntos relacionados con la profesión. Gracias al Real Decreto de 23 de marzo de 1911, se crea finalmente el Cuerpo Nacional de Ingenieros Industriales con las siguientes atribuciones: inspección de industrias eléctricas, mecánicas y químicas inspección de servicios industriales dependientes de la Administración, inspección de motores y generadores, inspección de materiales y talleres de construcción de transportes. Estas atribuciones, que solo eran para los trabajos con la Administración Pública, fueron motivo de nuevas reivindicaciones, pidiendo que fueran extendidas al sector privado.

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A finales de 1920 se plantearon los problemas de la sindicación, que generaban gran preocupación en las agrupaciones, ya que para algunos asociados su situación era más cercana al patrón y en otras al obrero-asalariado, por lo que tenían que navegar entre dos aguas y encontrar una solución que satisficiera a todos los asociados sin distinción, teniendo en cuenta que el silencio de la misma ya se estaba cobrando las bajas de muchos que no se veían representados por la ANII. Entre las medidas finalmente adoptadas, se ideó reformar la ANII para convertirla en una Federación de Asociaciones, dando libertad a las asociaciones regionales para adaptarse a sus necesidades locales, siempre que se siguieran unas directrices desde Madrid y los miembros se colegiaran para ejercer la profesión, asegurando la neutralidad de la Asociación, al no ser algo voluntario como la sindicalización. Esta transformación en Federación se hace realidad entre 1930 y 1932.

El primer programa de la Federación constaba de los siguientes puntos: intrusismo en la profesión, colegiación de los Ingenieros Industriales, conveniencia y proyecto de un reglamento de Policía Industrial y estudio para organizar e implantar las secciones de mutualidad y previsión. Entre sus logros destaca una definición clara de las atribuciones profesionales a través de varios Reales Decretos entre 1932 y 1935.

Debido al inicio de la Guerra Civil, la Federación y las asociaciones, aunque no desaparecieron, permanecieron en una actitud pasiva esperando tiempos mejores. Ya en 1941 resurge la ANII con fuerza y con un marcado carácter centralista, tanto en servicios como en orientación. En el transcurso de los años se van concretando dos agrupaciones en Andalucía, en Sevilla y Granada, teniendo cuatro delegaciones cada una.

Desde finales del siglo XIX, se asientan en Andalucía los primeros ingenieros industriales pertenecientes a las primeras Escuelas Industriales españolas, llamados a ocupar los puestos técnicos y directivos que requerían las incipientes industrias andaluzas. En un principio, estos ingenieros estaban aislados y casi sin conexión con otros compañeros. Por ello se asociaban a la agrupación de Madrid o Barcelona, bajo el apelativo de ‘socios aislados’, que aún no pudiendo disfrutar plenamente de las ventajas de la asociación, podían gozar de intercambios profesionales y de estar al tanto de los nuevos conocimientos industriales que se publicaban en los boletines y publicaciones de la Asociación. Esta situación retrasó la formación de las delegaciones regionales, que empezaron a formarse ya entrado el siglo XX. En Sevilla los ingenieros empiezan a organizarse a partir de 1910, y en 1918, tras las formalizaciones precisas con la ANII, pasa a depender de la misma con el nombre de Agrupación de Sevilla.

Consta que ya en las primeras reuniones de la agrupación asistían ingenieros que trabajaban en Cádiz, Córdoba y Málaga. Sin embargo, los malagueños constituyen en su ciudad, en 1930, una Delegación de Mutualidad a partir de la cual van desarrollando su actividad asociativa.

Cádiz no constituye oficialmente su delegación hasta 1942 por culpa de la Guerra Civil, ya que antes de la misma ya estaba en proceso de hacerlo. El auge de su industria y su larga tradición desde que en el siglo XVIII se instaurara en San Fernando la Escuela de Guardamarinas habría hecho posible la formalización de la misma en décadas anteriores.

A principios de 1941 se constituye la de Granada como una Agrupación Provincial, pasando a ser la principal y teniendo más tarde delegaciones en Málaga, Jaén y Almería. En 1942 se crea la Delegación de Córdoba y en 1951 las de Jaén, Huelva y Almería.

COLEGIO DE INGENIEROS

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La idea de los colegios fue recurrente durante varias épocas asociativas, desde los años veinte con la primera Asociación Nacional, así como con la Federación, pero no fue hasta 1948 cuando recibió el impulso definitivo de la propia ANII. Los estatutos que regirán los colegios aparecen en el BOE el 9 de Abril de 1949, pero es el 16 de septiembre de 1950 cuando es aprobado mediante Orden Ministerial, imposibilitando burocráticamente que los Colegios entren en funcionamiento hasta 1951, casi dos años después de su promulgación.

Se define que los órganos de gobierno del colegio serán el Decano, la Junta de Gobierno y la Junta General de Colegiados. Asimismo se crea un Consejo Superior de Colegios como órgano superior que aglutina a todos los Colegios de carácter regional, dependiendo el mismo del Ministerio de Industria y Comercio y la propia ANII. Dado el nexo que debía constituir la ANII entre el Consejo y el Ministerio, ésta siguió funcionando con normalidad, aunque una vez que los colegios maduraron lo suficiente, eclipsaron rápidamente a sus propias agrupaciones. Sin embargo, ni las agrupaciones ni la asociación llegaron en ningún momento a cerrarse y mantuvieron la figura jurídica de asociación en la reserva como cautela, permitiendo que ambas instituciones (Colegio y Asociación) lleguen hasta la actualidad.

La creación del Colegio de Andalucía Occidental tiene lugar el 12 de febrero de 1951, figurando como primer decano Manuel Fernández Campos. Una vez redactado el reglamento y aprobado por la Junta General y el Consejo Superior, se pone oficialmente en marcha el Colegio, aunque en realidad solo fue una prolongación de la anterior vida de la Asociación.

LA ESCUELA SUPERIOR EN SEVILLA

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En 1952 se empieza a trabajar en la idea de solicitar para Sevilla la creación de una Escuela Superior de Ingenieros Industriales, y se inician los estudios por parte de la Junta de Gobierno del Colegio con el fin de poder justificar la institución. Un primer estudio fue elevado al Consejo Superior de Colegios en 1953, pero quedó en suspenso, más aún por el proyecto de Ley de Ordenación de todas las enseñanzas técnicas, que se aprobaría finalmente en 1957.
Esta comisión se mantuvo abierta, obteniendo sus frutos finalmente en 1963, año en el que por acuerdo ministerial se nombra Comisario-Director de la nueva Escuela a Jose María Amores Jiménez. En los años venideros, la comisión se encargó, entre otros cometidos, de la búsqueda de profesorado y de la primera localización de la Escuela, que inició su andadura en septiembre de 1966. La labor colegial en su conjunto y el trabajo de la comisión pro-Escuela durante estos 14 años, llevaron al colegio a tener una red de relaciones abiertas con administraciones, empresas y otras ramas de la Ingeniería.

A partir de 1971, que finaliza la primera promoción de Ingenieros Industriales, el impacto en el número de colegiados del Colegio de Andalucía Occidental fue incrementándose vivamente, trayendo consigo frescura a los órganos de gobierno, nuevas ideas y muchas ganas de llevar a cabo nuevos e ilusionantes proyectos.
En 1974 se crea la subdelegación de Algeciras, dependiente de la Delegación de Cádiz, pasando al final de la década a establecerse como una delegación más.

DESDE 1980 A LA ACTUALIDAD

El Colegio, siempre inquieto, promueve una iniciativa de un grupo de profesores de la Escuela de Sevilla: la Asociación de Investigación y Cooperación Industrial de Andalucía (AICIA). Ésta nace sin ánimo de lucro y con la finalidad de impulsar, orientar y desarrollar la investigación industrial, haciendo especial énfasis en la publicación y difusión de sus resultados para favorecer el avance tecnológico de Andalucía.

En la misma época comienzan las relaciones institucionales con la recién establecida Junta de Andalucía, llegándose a distintos acuerdos de colaboración. Para facilitar estas relaciones institucionales, el Colegio de Andalucía Occidental y Oriental se pusieron pronto de acuerdo y crearon el Consejo Andaluz de Colegios con el fin de tener una representación única ante la Junta. Finalmente, en 1993, se aprueba un estatuto definitivo, y aparece publicado en el BOJA el 9 de enero de 1996.

Siguiendo el ejemplo del Colegio de Cataluña, se aprueba en 1987 una fundación relativa a la normalización, homologación, certificación, calidad y seguridad industrial. El proyecto se paralizó más de un año, tiempo que se aprovechó para conocer más a fondo las posibilidades que ofrecían los programas europeos. El análisis de esta información supuso que, en 1988, se aprobara como nombre de la fundación el Instituto Andaluz de Tecnología (IAT), ampliándose los fines inicialmente previstos, con el objetivo de que una parte importante de los servicios colegiales, actuales y por venir, pudieran tener el marco adecuado para el mejor desarrollo y proyección al entorno empresarial. El IAT toma figura jurídica de fundación, con un Patronato y un Consejo de Dirección, en los que se integrarán representantes de la Administración, universidad, empresas, profesionales y personalidades relevantes del mundo científico y tecnológico.

En la actualidad, estas dos instituciones están ampliamente consolidadas y trabajan de forma autónoma prestando, junto a la ETSI y al Colegio de Ingenieros Industriales, un gran servicio a la Ingeniería, la industria y a la sociedad andaluza y española en general.

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