Cuando salgo al extranjero y digo que soy ingeniero industrial, tengo que explicar lo que es un ingeniero industrial español, ya que hasta la fecha no he encontrado un perfil equivalente en ninguna parte del mundo.
INGENIERO INDUSTRIAL FUERA DE ESPAÑA
Efectivamente, lo que se conoce por ingeniero industrial fuera de España es algo más parecido a un ingeniero de producción o de organización industrial que a lo que nosotros somos. El modelo de formación anglosajona identifica al ‘industrial engineer’ con ese ingeniero enfocado en mejorar la productividad de los procesos dentro de una industria.
Hace falta explicar que nosotros tenemos una formación generalista con unos conocimientos sólidos en los campos de la mecánica, la electricidad, la química, la energía y la organización y dirección de empresas, y que nuestra carrera es una carrera larga, de entre cinco y seis cursos, que normalmente se tarda bastante más tiempo en sacar por la dificultad de los estudios. Esto cuesta mucho trabajo explicarlo. Por ello, la mejor explicación que encuentro es que los ingenieros industriales, por esa formación tan generalista y completa, estamos muy demandados dentro y fuera de España.
En mi último viaje por motivos de trabajo al extranjero, curiosamente la mayor parte de las personas con las que he coincidido eran ingenieros industriales: bien trabajando para empresas españolas, como para empresas extranjeras y multinacionales. El trabajo que nosotros hacemos, si lo tienes que enfocar por especialidades, requeriría a varios profesionales especializados para ser desarrollado y ello redundaría en un incremento de costes. ¡Cuántas veces hemos dicho que un ingeniero alemán especializado en tornillos no sabe de tuercas!
EL INGENIERO ESPAÑOL
Quizás nosotros seamos más parecidos a ese ingeniero renacentista capaz de desarrollar invenciones y, a la vez, plantear una escultura o preguntarse por la estructura del universo. Esa capacidad de ver las situaciones en global y mantener un interés por todo lo que sucede a nuestro alrededor, nos permite tener esa visión global de los problemas complejos para cuya resolución hay que tener conocimientos amplios en distintos sectores.
En el mundo del diseño de plantas industriales, que es quizás el campo que yo conozco más por mi trabajo profesional y por mi labor docente en la universidad, cualquier cosa que te dejes sin diseñar, sin pensar, sin calcular independientemente de la disciplina que sea, te dará problemas a la hora de la puesta en marcha o durante la explotación de la planta. No puedes dejar ningún detalle al azar y, para ello, tienes que ser conocedor de todas las disciplinas que intervienen en el diseño de una planta. Concretamente, entre sesenta y setenta disciplinas, según un análisis que he hecho. Si me falla algo, no vale con decir que no era mi especialidad, porque, al fin y al cabo, era mi responsabilidad.
ESCUELAS DE INGENIERÍA
La realidad es que el mundo académico ha optado por un modelo más parecido al anglosajón, cada vez más especializado y con estudios de corta duración derivados de la fatídica reforma de las enseñanzas universitarias de Bolonia que pusieron el nivel de referencia en el grado para la mayoría de las titulaciones universitarias. Frente a este modelo para sacar titulados rápidamente a la calle, con el ahorro de costes que ello supone para las arcas del Estado (y perdiendo la ventaja competitiva para colocar a nuestros titulados en un mundo global), nosotros seguiremos apostando por que el nivel de referencia sea el nivel de estudios superiores con titulaciones de máster tras cursar el grado o los másteres integrados, en los que uno ya sabe la titulación final a la que accederá desde el primer año de carrera, y con unos estudios de duración larga, de entre cinco y seis cursos (preferiblemente esto último).
Llegar a conocer lo suficientemente bien las tecnologías actuales, complicadas y multiprofesionales, se consigue con muchos años de formación y de “apretar los codos”, en una versión del ingeniero lo más parecida al ingeniero renacentista. Estos ingenieros del renacimiento, entre los que sin duda estará el ingeniero industrial, serán, al fin y al cabo, los que tendrán conocimientos suficientes para ser capaces de configurar las transformaciones que nuestro cambiante mundo global en el que nos ha tocado vivir exige, así como ser capaces de adaptarse de forma rápida a esos cambios.
También, desde las escuelas de Ingeniería, deberán hacer un esfuerzo para seguir formando a ingenieros multidisciplinares que sean capaces de abordar los futuros retos que les esperan con garantías para la sociedad. En esencia, que sean capaces de formar a esos pequeños “leonardos”, nuevos ingenieros del renacimiento, para que dejen huella en la sociedad y sean capaces de mejorar la calidad de vida de las personas con respeto a los recursos naturales que nos ha tocado gestionar en la Tierra.
Por desgracia, el hecho diferencial de la formación multidisciplinar del Ingeniero Industrial español, se pierde con quienes, como nosotros, hemos prestado muchos servicios profesionales en campos muy variados de la Ingeniería.
Esta característica, entre otras, ha sido la causa de que la Ingeniería española esté al nivel más alto y desarrolle los proyectos más importantes a nivel mundial.
Esperemos que alguien, algún día, sepa corregir el error evidente que supone imitar sistemas que no son mejores que los nuestros.
Magnífico editorial de Aurelio Azaña que suscribo totalmente